miércoles, 8 de enero de 2014

Patones de Arriba


En vísperas de las Navidades, decidimos pasar un fin de semana tranquilo en Patones de Arriba. El día nos sorprendió soleado y luminoso, y con una agradable temperatura para la fecha, contando que estamos en diciembre.


El acueducto del Canal de Isabel II que se encuentra poco antes de la entrada de Patones, marca la línea que separa la vidaen la actualidad y la de un pueblecito de cuento que al menos, estéticamente, permanece en el pasado.



Llegamos el sábado a medio día, y nos dió tiempo justo para alojarnos en una casa rural, y acercarnos a comer al restaurante La Terraza de Patones, www.laterrazadepatones.es, situado en la parte más alta del pueblo. La mejor elección: un restaurante acogedor, con comida de calidad, un trato cercano y unas vistas espectaculares. Y sus propietarios, Raúl y Lola, simplemente encantadores. 

La Terraza de Patones



Vistas desde el restaurante

Ensalada de queso de cabra












Migas con huevo de corral

Presa Ibérica a la parrilla










Tarta de queso con mermelada de arándanos


Paseamos por Patones, recorriendo cada callejuela, cada recoveco y cada rincón, cada cual con más encanto, contemplando la arquitectura negra, de construcciones robustas en sus muros y con pequeñas aberturas al exterior, para preservarse del riguroso clima de la sierra.



La iglesia del pueblo, en su día lugar de culto, Alberga actualmente el centro de turismo de la localidad.


Las viviendas típicas del pueblo contaban con tres alturas. En el piso inferior se encontraba la cocina, el segundo piso se destinaba a los dormitorios. Por ultimo, la zona superior de la casa, conocida como sobrado, servía para guardar el grano.

Vivienda típica de tres alturas


Muros de manpostería de pizarra

Y andando, andando y callejeando callejeando, llegamos a este pequeño callejón que pareciera asomarse al vacío.


Descubrimos que debajo se encontraba una bonita vista del río, con un pequeño puente de piedra y cubierto con una espesa manta otoñal de hojas secas.



Al lado del río se encuentran la fuente nueva y los antiguos lavaderos, lugar de reunión de las mujeres de antaño.

Acabamos el recorrido en lo más alto del pueblo, contemplando la montaña, desde las eras empedradas de pizarra.

Si de día el pueblo tiene un encanto especial, de noche es un lugar mágico, digno de admirar y contamplar. No pongo fotografía, simplemente os animo a visitarlo y a sentir ese encantamiento en primera persona.